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Mala compañía
Que los chicos de Digital Illusions (DICE) nos traigan algo nuevo siempre es buena noticia. Desde tiempos inmemoriales en los que los miembros fundadores nos sorprendían en el Amiga con las demos desarrolladas por el grupo The Silents y, posteriormente, manufacturar Benefactor, Pinball Dreams y sus fantásticas secuelas, estos programadores nórdicos han sabido darnos con mesura auténticas maravillas lúdicas de la talla de Motorhëad, Rallysport Challenge o Battlefiled.



Citando a este último, el título que hoy nos ocupa se enmarca dentro de la popular serie bélica distribuida por Electronic Arts. Para la ocasión, y quitándose el encorsetamiento multijugador que siempre ha caracterizado a la serie Battlefield, DICE ha decidido tomar como referencia las excelencias del modo campaña de Call of Duty 4 y enmarcarse dentro de lo que, a día de hoy, es una de las mejores experiencias para un solo jugador en lo que llevamos de año.


Para colmo, Bad Company no sólo se refleja en el sensacional espectáculo que representaba el título de Infinity Ward, sino que logra dar un giro de tuerca a su desarrollo para alejarse de la camuflada linealidad que siempre ha caracterizado a Call of Duty en pos de otorgar una libertad de acción tan agradecida de cara a la jugabilidad como espectacularmente bien implantada dentro de lo que es un guión más o menos definido. En este sentido, chapeau total para los chicos de DICE.




Del mismo modo, la libertad de movimientos se aplica de similar forma en términos de amplitud. Es decir, los escenarios son inmensos, y nos permiten movernos a nuestro antojo (importante para ello el uso de los vehículos... ¡con sus emisoras de radio y todo, al estilo GTA!), pudiendo abarcar nuestras incursiones según nos convenga. Virtud del engine Frostbite es el expandir los límites de visión hasta lo indecible. Así, resulta genial contemplar kilómetros y kilómetros de horizonte, dejando entrever con gran detalle los bellos y rurales fondos sin que, por ello, se resienta el motor gráfico.